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sábado

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Eran las cinco de la mañana. La persiana estaba abierta, como cada noche, y ella estaba en la ventana, sentada en el borde, con la manta bien agarrada para no tener frío, aunque, a pesar de todo, seguía temblando. Miraba hacia las estrellas, con la mente en blanco y, la mirada desenfocada aunque pareciera que se fijaba en lo que miraba. Abrió la mano con cuidado, mirando el objecto que tenía en la mano. Sonrío temblando, mirando el pequeño colgante que no soltaba desde que ese alguien se lo había regalado.
Siempre había soñado conNunca Jamás, con esa segunda estrella a la derecha, y ahora, tocaba crecer.

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