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sábado

Son, esas noches.

Las converse blancas –ahora marrones- están tiradas en el suelo, de cualquier manera. La chaqueta negra, colgada del manillar de la puerta. La camiseta gris –esa del escote trasero de encaje tan sexy- está colgada en el armario, y, el pantalón vaquero –el que tanto me gusta, recién estrenado- en el cierre de la ventana. Me sorprende no escuchar el ruido de las gotas en el suelo, porque, la ropa está empapada, como yo ahora mismo, con el pelo recogido en una coleta esperando a que seque, mientras intento entrar en calor dentro de mi sudadera y mi pantalón de chándal. El reloj está dando las cuatro y media de la madrugada, y aún noto los ojos llorosos, porque no me los he lavado, y el maquillaje sigue ahí, casi perfectos, esos ojos enmarcados en sombra de ojos negra, tan efectiva como duradera. Y, a pesar de todo eso, soy ahora mismo, la persona más contenta que puede existir, porque, esta ha sido una de esas noches. Nos vestimos a nuestra manera, nos vamos, y bailamos como posesas, hasta terminar agotadas. Esta noche ha sido una fiesta de pueblo –en su defecto, suele ser una sala de fiestas- la que nos ha podido ver disfrutar. La gente podía mirarnos desde debajo de la carpa, protegida de la lluvia, mientras nosotras sentíamos cada gota resbalar por nuestra cara y pelo, cada centímetro de barro que pisaban nuestros pies –resultado de que las converse blancas ahora sean marrones oscuras- y nos podían ver hacer todo eso, mientras reíamos. Pueden pensar que habíamos bebido, fumado, o nos habíamos metido algo, pero, no somos así. Esas son nuestras noches. Ni una gota de alcohol, simplemente, ganas de pasárselo bien, y de desfasar, a nuestra manera. Bailamos, nos comportamos como locas, nos dejamos la voz en nuestras canciones favoritas, e improvisamos la letra de las que no conocemos, hacemos alarde de nuestros pésimos pasos de baile de salón, e imitamos coreografías de miembros de orquestas. Sacamos pocas fotos, pocos testigos de esas noches. Y, como siempre, nos olvidamos de todo, solo importa ese momento, ese movimiento sin compás, esa letra gritada con la voz ronca. Qué coño, os quiero, mejores amigas, y, gracias por esta noche, gracias por cada noche que hemos tenido, y gracias por cada noche que está por venir.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Son las mejores noches, sin duda.
Solo que yo siempre las decoro con un poco de birra, y quizá, varios petardos bien liados.

Te quiero, Fá.

la chica de los lacasitos dijo...

Jo, me han entrado unas ganas tremendas de que llegue Mayo...que son las fiestas aquí. Ponen carpa, y más o menos vivo esa locura de noches. Es genial...digan lo que digan, puede llegar a ser el máximo exponente de la amistad. Una buena noche de fiesta... sonrisas inquebrantables y miradas desconcertadas de personas aburridas que jamás se lo pasarán ni la mitad de bien.

:)

qué ganas de fiesta, JODER!


Y gracias a ti por tus firmas y por cada mordisco a los lacasitos :)