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jueves

El principio no siempre se acaba.

Fuck, fuck, fuck, fuck...
Y eso iba repitiendo a cada paso que daba, concentrándose en la ardua tarea de poner un pie delante del otro después de haberse bebido el bar entero. No estaba segura de por donde se iba a casa, pero ella seguía caminando sin levantar la vista del suelo, para no caerse con el mareo.
-Eh, guapa, te llevo?
Miró hacia la derecha y allí vió al típico niñato chuleándose de su audi negro, como si fuese lo mejor del mundo.
-Crees que tengo cara de querer ir en coche?
-No tendría problema en llevarte en brazos... Venga, sube, que te llevo a donde quieras.
-A tu casa, por ejemplo? - Las palabras salieron de su boca antes de pensarlas siquiera, pero lo hecho estaba hecho, ahora no quería retractarse.
-Estás de suerte, estamos muy cerca, muñeca.
Se subió al asiento del copiloto sonriendo, cerrando la puerta con fuerza y recostándose con los ojos cerrados. Al arrancar sonrío inconscientemente, y cada vez que sentía la mano de él deslizarse por su muslo momentaneamente, la sonrisa se ancheaba. Cuando pararon abrió los ojos, para cerrarlos momentos después cuando él la besó con ganas, sin mediar palabra.
Salieron del coche, se agarraron de la mano y corrieron - o más bien volaron- hacia el ascensor, donde se metieron boca y mano como pudieron, y cuando llegaron al piso, se adentraron con rapidez en la casa.
-Sabes que ni me has dicho tu nombre...
-Importa?
-Bueno... Joder, que más dará.
Se tiraron uno al otro a la cama, desnudándose con rapidez y sin mirar donde terminaba la ropa, o sin fijarse en ese calcetín que quedó colgado en la puerta del armario. El cajón de la mesilla fue abierto para coger el condón, y el primer momento fué rápido, penetraciones bestiales sin pausa, con gemidos fuertes y besos ahogados en susurros. El segundo momento comenzó abrazados en la cama, con pequeñas caricias que encendían a cada toque de esas yemas o de esas palmas. Las piernas se enredaban con lentitud, recorriendose enteramente, mientras los labios luchaban en una lucha no sangrienta. Volvieron a unirse los cuerpos, entre susurros de cariño desconocido. Y así la tercera vez, la cuarta... Hasta que el sueño les invadió, con las extremidades enredadas en pleno descanso.
A la mañana despertaron en sonrisas y besos, con desayuno en la cama incluído.
-Ya te vas, enana?
-Si, tengo que hacer algunas cosas. - Dijo mientras le daba un beso de despedida, que se alargó más de lo previsto.
- Y no me dirás tu nombre?
-Prefiero no decirtelo.
-Entonces no podré volver a verte.
-Confiemos en la suerte, tontorrón.
Y cerró la puerta tras de ella, sonriendo tontamente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Wow.... Parece sacado de una pelicula.... Historia real, mas fuerte aun...