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martes

Balas de plata que intentan matar monstruos, pero no valen para nada.

[...]  Abrió la puerta sin delicadeza, justo en el momento en el que ella salía del baño con una toalla grisácea rodeándole el cuerpo. Sus hombros se veían apetecibles con el pelo mojado sobre ellos, y sus ojos tenían aquella misma rabia contenida que siempre le había gustado, aunque esta vez tenían también algo de instinto asesino. Las piernas largas como siempre, con aquella cicatriz recorriéndole el muslo izquierdo casi con perfecta armonía con su piel. 

     “Al menos cierra la puerta, gilipollas” - Y su voz se le clavó en el cerebro con más odio del que él recordaba en sus palabras. Pero seguía siendo aquella voz que tanto le había atormentado durante tantas décadas, tan fuerte, tan sensual como antaño, al igual que ella al completo. 

- Georgia, tan cariñosa como siempre. ¿Cuándo has vuelto? – Cerró la puerta, quedando apoyado en ella, guardándose las manos en los bolsillos para reprimir las ganas de adentrarse en la habitación y meterla bajo las negras sábanas de siempre. 

“He seguido la esencia de Ocaso hasta aquí, no te hagas ilusiones de que he vuelto por ti para rendirme después de tanto tiempo. Estaré bajo tu mandato, pero eso es todo lo que vas a conseguir de mi.” 

- Ochenta y seis años, tres meses y veinticuatro días después, repites las mismas palabras. ¿Acaso el repertorio de rencor se te ha agotado? 

“Que te den, Oriente, regresa junto a tu puta, que yo aquí no te quiero.” 

Al momento de escuchar esas palabras de su boca, le apresó las muñecas con sus manos, habiendo recorrido los metros que los separaban en escasos segundos, llevándole las manos a detrás de la espalda, y pegando los cuerpos de ambos, que seguían moldeándose sin problema el uno al otro. Georgia abrió la boca ligeramente, dejando ver sus dientes afilados y su lengua viperina que tanto veneno quería echarle encima. Pero era verdaderamente consciente de que su mente estaba absorbiendo cada roce y que el olor de batalla que estaba impregnado en el volvía estúpidas sus intenciones de odiarle. No debería haber dicho aquello, guardaba culto innato a quien ella había jurado proteger, pero sabía que el reaccionaría de ese modo al escuchar el insulto dirigido al alma del mundo. Tanto tiempo y todavía seguía dejándose llevar por su excitación antes que por su odio. Sin pensárselo, impulsó para delante su cuerpo, notando como la toalla quedaba abierta por su espalda y solo sujeta entre los cuerpos de ambos, atrapando la boca de él con la suya. El beso fue furioso, lleno de rencor, de palabras no dichas y de odio, mucho odio al menos por parte de ella. Y con los dientes apresó su lengua, mordiendo hasta que hizo sangre y se derramaba por las comisuras de los labios de ambos, apartándose rápidamente mientras se relamía, odiándose por extrañar el sabor de su sangre. Dejó que la toalla terminase en el suelo, sintiéndose libre de las manos de él, aunque notando todavía su toque. Cerró su mente para no revelar sus pensamientos mientras se dirigía al mueble a por ropa interior, escogiendo la negra. Si iba a tener que aguantarle rondando por aquí, prefería hacerle sufrir a su manera. Levantó la pierna, apoyándola en el borde de la cama, para poder deslizar por su pierna unas braguitas de satén negro, asegurándose de que él podía ver cada movimiento. 

La mente de Oriente estaba completamente centrada en la piel de Georgia, en los movimientos que ella realizaba al vestirse lentamente, destacando su blanquecina piel con el satén negro. Apretó los puños con furia, maldiciendo mentalmente, mientras se daba media vuelta en dirección a la puerta, queriendo escapar del castigo al que aparentemente le estaba forzando. 

“Quédate Oriente, ¿o yo no puedo jugar también al juego de siempre?” 

- Vamos Georgia, ¿desde cuando esto fue un juego para alguno de nosotros? – dejó escapar una simple nota de amargura en sus palabras, cerrando la mente a los recuerdos al igual que cerró los ojos con fuerza, apoyando la frente contra la fría madera de la puerta de su habitación. 

“Desde el día que dejé de creerme tus cuentos chinos sobre sentimientos que ninguno de los dos puede demostrar, y mucho menos sentir”

- No te atrevas a decirme que no te quería, que no te sigo queriendo de la misma jodida manera. Si tú no entendiste lo que pasaba, no fue mi culpa, Ge.

“Te estabas follando a Alma delante de mis narices, jodido gilipollas. ¿Eso no cuenta? Yo era tuya, completamente, y tú te ibas tirando a la protegida mientras yo me desvivía por ti.

[...]

12 comentarios:

MsBrightside dijo...

Increíble. Lo triste es que me siento jodidamente identificada. Lo clavaste.

hellfire ✚ dijo...

lo peor es sentirse identificada T_T

Carlos dijo...

Muy triste

Anónimo dijo...

Paul es mucho Paul.

Iñaki dijo...

Que triste...
Te sigo, sigueme!
http://fullofbeautifulmistakes.blogspot.com/

A g r i p i n a. dijo...

:(
bonito casi como tu.

Alba dijo...

Jo, que triste... :(

-Big.Small.Big.Small- dijo...

Me acabas de dejar flipando.. Fá te has salido en esta entrada :) y la acabo de leer asi no sé en un momento que no tengo todos mis sentidos, volvere a tu blog despues y releere porque merece totalmente la pena, felicidades

Marta. dijo...

Creo que deberias dejar de darme puta envidia por lo jodidamente bien que escribes...
PRECIOSA :)

Mayra dijo...

identificación

Raquel Begué dijo...

Buf. Que pasada de texto. Con las dos últimas frases me has matado. De verdad.

(Te agrego a twitter por cierto, que yo también he caído).

La pequeña Luu dijo...

Eiii! hola! me encanta el bloggg!! LO SIGO YA MISMITOOO! Enorabuena!
Mi blog es este:

http://lepetitmondelulu00.blogspot.com/

Me sigues?? =) espero seguir en contacto! me pasare! besos y animos!!! =)