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sábado

déjame llorar, que estaba escrito en mi destino.

Apresó su cuerpo contra la pared, las manos entrelazadas por encima de sus cabezas y sus caderas pegadas como si luchasen a ver cual se mezclaba antes con la otra. Los labios eran otra historia, entre ellos se mezclaban suspiros, mordiscos, besos, jadeos y gemidos, y algún que otro insulto que salía de entre ellos sin que ninguno de los dos pudiese evitarlo. La ropa molestaba, el ambiente se caldeaba como una llama prendida en un almacén lleno de tanques de gasolina. Y explotó. La llama prendió y fueron cayendo. La camiseta de él quedó tirada al mismo ritmo que las uñas de ella marcadas en su piel, las manos de él rozando su trasero con posesividad, las respiraciones agitadas la una con la otra, respirando sus alientos como si nada más en el mundo les valiese. Y la bofetada en la cara de él, dejándole los dedos marcados, el "te odio niñato engreído" y el portazo que dio ella al marcharse. El amor que rezumaba el ambiente, la pasión no consumada y que aunque se consumase todavía habría sido más grande, las espaldas pegadas a ambos lados de la pared, y los sollozos de él que a veces llegaban a oídos de ella. Los te amo y te quiero que se quedaron en un oxígeno que ya no compartían esa noche.






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5 comentarios:

Cris* dijo...

No nada peor que la tensión sexual no resuelta. Menudos escritos. Geniales. Un besito.

Jêv. dijo...

me encanta la última frase :)

Patricia Bukowski dijo...

¿Y por qué se va ella? Debería haberse quedado, en mi opinión.

Tina Io dijo...

Sí, la verdad es que me pasaría achuchandola una vida entera!
Me di cuenta de que no decían mucho cuando las vi retocadas, y me paré bien a examinarlas, pero ya tengo una serie de ideas más!
Muy buen texto, amé como escribís!
un besau :)

Brenda Velásquez dijo...

Que bonito escribes, me encanta tu blog, te sigo, sígueme en: http://princesailusa.blogspot.com/