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viernes

Wood. In the wood.

El cielo retumbaba entre relámpagos, con los truenos colándose entre la alta música de los cascos. Estaba perdida en el bosque, caminando sin rumbo y sin prestar atención. Observándola, puedes encontrar la decepción en su rostro, joven, pero cansado, de ojos tristes llorosos. Poco a poco siguió caminando, adentrándose más en la profunda oscuridad, intentando escapar y al mismo tiempo intentando encontrarse.
- Fátima! –se escuchó a su espalda, aunque ella, con su música no llega a oírlo.
Aparece entre la maleza un chico, de cara alegre y ojos vivaces, el más claro contrapunto de ella, y comienza a correr hasta alcanzarla, cogiéndole la mano y caminando a su lado.
- A dónde vas pequeña?
- A donde pueda gritar, a donde pueda romper con todo y echar mis recuerdos al viento. A donde las lágrimas se esfumen, donde no haya manera de lastimar y donde las mentiras no existan. Entiéndeme Adrián, tengo que encontrarlo.
- Aquí estoy. Grita, llora, patalea, pero no olvides que ese sitio está entre mis brazos.
Ella se quedó quieta mientras el la abrazaba suavemente, sin pedir nada a cambio. Los sollozos y los pequeños gritos empezaron a oírse por encima de la tormenta, parcialmente acallados en el pecho de él. Horas y horas pasaron en ese bosque, debajo de la lluvia y de los relámpagos, con la fuerte música como un simple susurro, donde las palabras no hacen falta porque entre ellos todo queda en un gesto, en un silencio cómodo y reconfortante. En donde ella había vuelto a encontrar su lugar en el mundo, ese lugar a donde siempre necesitaba regresar cuando las cosas salían mal pero que nunca se atrevía a pedir, y donde el niño de ojos vivaces había vuelto a encontrar a su pequeña niña de ojos tristes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

escribes cosas realmente preciosas....