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miércoles

Oh, god.

Entre las luces y la histeria de esa madre desesperada, casi no se podía observar ese cuerpo en la camilla de aquel hospital, entrando por la puerta de urgencias rodeada de muchos médicos, intentando que la vida no abandonara a esa persona que estaba allí tumbada. Entre los gritos de la señora pidiéndole a un dios en el que nunca creyó, que la vida de su hija no se marchitara, se podía escuchar el eco de la sala, con las voces de los médicos pidiendo a gritos la preparación de un quirófano, para poder salvar ese cuerpo ya casi sin alma. La camilla desapareció por una gran puerta, obligando a esa madre a quedarse esperando en aquella sala de espera, sin poder hacer otra cosa que esa, esperar. Los minutos se hicieron eternos, mientras se abrazaba a sí misma, preguntándose que había hecho mal, sentada en una de las tantas sillas allí distribuidas, haciendo caso omiso a las revistas que se encontraban dispuestas sobre la mesa, un intento de evasión que su cerebro no podía soportar. Siguió esperando, con las miradas de las enfermeras mientras pasaban a su lado, sin darse cuenta de nada. Al cabo de lo que le parecieron horas, uno de los médicos que se habían llevado la camilla al quirófano, se acercó a ella, reclamando su atención.
- Está bien? – se levantó con rapidez, casi tropezando con la mesa llena de revistas. Él puso la mano sobre la de ella, dándole un ligero apretón lleno de esperanza y confort.
- Se encuentra en la UCI, a la espera de que despierte. Tiene una pierna rota, que hemos tenido que abrir para reparar varios vasos sanguíneos, pero por suerte nada grave. Traumatismo cráneo encefálico, que no parece revestír gravedad, unas cuantas contusiones en la cara, algunas costillas rotas, y hemos tenido que extirparle el bazo, porque el impacto provocó su rotura. A pesar de esto, y de los moratones que pueda tener, saldrá adelante, con tiempo. Ahora mismo no puede ir a su lado, tendrá que esperar un par de horas para que podamos verificar que todo ha salido bien en la operación y se despierte.
Y se fue, sin darle tiempo a esa madre a darle las gracias. Volvió a sentarse, con los codos en las rodillas, las manos en la cara, y las lágrimas mojándole estas. Durante todo ese tiempo, pensó sobre que podía haber pasado, como habían llegado a esto. No era nada nuevo que todo iba mal, pero, realmente tan mal? No, ni ella podía imaginárselo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre se dan cuenta demasiado tarde.