Sin tregua.

- Sigue adelante por mi…
Ella parecía aceptar mejor su destino. Allí, en medio de aquella gente alterada, que gritaba pidiendo ayuda, y llamaba ambulancias por sus teléfonos móviles, él la sujetaba, tumbada en el suelo. Su cara estaba llena de sudor y lágrimas, y sus labios se movían impasibles, aunque su garganta no la ayudase. Un hilo rojo salió despacio de su boca, como un aletargado hilo de vida que poco a poco se desvanecía, perdido por su cuello, manchando su camisa. Él besaba sus labios una y otra vez, intercalando te quieros sinceros entre cada beso, y cada lágrima.
- No, no puedes dejarme… no puedes, no puedo seguir sin ti… que clase de vida sería esa?... no, no me dejes, lucha…
- Te… te amo…
Y las palabras se quedaron en el viento, mientras en la calle el silencio se hacía absoluto, o al menos sus oídos no emitían ruído a su interior. La abrazó con furia, gritándole a… gritándole a la nada y a todo a la vez. No quería aceptar que algo eterno se había esfumado tan rápidamente, que todo había sido obra de un destino que no había querido darle un final feliz a una historia que sería inmortal. Cada persona reunida en torno a ellos exhaló con fuerza, como si un gran peso se hubiera colocado sobre ellos, mientras él seguía gritando sin control. Lloraba por cada momento vivido a su lado, y por cada rato que habían estado separados. No fue consciente de que vino la ambulancia hasta que intentaron separarlo de ella, a lo cual respondió agarrándola con más fuerza. Hicieron falta muchas manos para lograr apartarle, y, mientras los médicos intentaban hacer algo por la vida que a ella se le escapaba, él se quedó tirado en el suelo, sin darse de cuenta de las miradas de compasión que los anónimos acompañantes le ofrecían. No, nada podía hacerse por ella, allí estaba, en aquel suelo frío, en una muerte que no dio aviso ni ultimátum, que no ofreció una tregua.