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miércoles

No hay un "Buenas noches, pequeña"

Eran las once y media de la noche cuando subió para cama. Llevaba el ordenador portátil bajo el brazo, dejándolo en el lugar de siempre. Se desvistió y se puso la camiseta roja, quedándose solo con ella y su culotte negro. Se recogió el pelo en una coleta y recogió todo lo que pudo su habitación.
La verdad? Solo está alargando el momento.
Su cara está transformada en una mueca triste, de vez en cuando se podía ver como temblaban las comisuras de sus labios, cuando no se los mordía con fuerza. Sus ojos estaban algo hinchados, parpadeando a menudo, y sus manos todavía llevaban los guantes puestos, como si pudiese luchar contra lo que no veía.
Comienza a sentirse insegura sin ellos, sin fuerza.
Al final se sentó en cama, apoyando la espalda en los cojines y la pared, mientras colocaba bien las mantas. De vez en cuando le recorría un escalofrío, fruto del frío de la pared contra su piel templada. Se puso sus cascos, conectando la música, y estiró la mano hacia el interruptor de la luz.
El dolor vino al igual que el miedo a la oscuridad.
En la oscuridad de la noche, la persiana abierta no ofrecía luz, debido a que esta se apagaba a menudo, intermitentemente, y empezaron a escucharse pequeños jadeos, el sonido como de ahogo. Se escuchó un pequeño ruido de un mueble abriéndose y cerrándose, y la luz de la calle se encendió, dando libertad a la visión en la oscuridad.
Y la época de la niñez pasada intentaba estar allí para ayudarla.
Tenía al oso que hacía tanto tiempo le había regalado su primo pequeño, rodeado por el cuello con sus brazos, mientras lloraba fuertemente contra su cabeza. Lloraba desesperadamente, con sonidos ahogados como si quisiese gritar y no se atreviera. La camiseta comenzaba a reflejar las marcas de las lágrimas, al igual que el oso, mientras otras tantas aún rodaban por sus mejillas.
No puede gritar, para no dejar que la vean hundida.
Al cabo de un rato se acostó, tapándose con las mantas y abrazando a su peluche, mientras tarareaba la canción que sonaba a través de sus cascos a sus oídos y sus mejillas se encharcaban cada vez más de pequeñas lágrimas saladas.
Hoy no podemos decir “buenas noches pequeña”.





3 comentarios:

sgs dijo...

Ni aunque lo dijesemos serían.

sandocan en bicicleta dijo...

esos pequeños momentos de la niñez que aunque cueste aceptarlo, nunca se iran.
un saludo en la lejania.

la chica de los lacasitos dijo...

Odio las noches tristes.
Y lamentablemente noches así me sacuden últimamente demasiado.
Espero que esto sea ficción, y a tí no te ocurra...

bo ni ta