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miércoles

El corazón de la puta.

Abrió la puerta después de que esta sonara unas siete u ocho veces. No sabía como se había abierto paso entre todas las botellas que había tiradas en el suelo, incluso creía que algunas estaban rotas, porque las había lanzado contra las paredes cuando no tenía un buen momento, y sus pies estaban descalzos.
Al abrir se encontró a Ryan, con su eterna sonrisa que ella consideraba asquerosa en ese momento, y con el brazo estirado, apoyado en el borde de la puerta.
- Que coño quieres? -Masculló con dificultad, notaba la lengua pesada y como si no cogiera en su boca.
- Llevas seis dias encerrada en casa, sin contestar al teléfono, y aún preguntas que quiero, Em? -Hizo el amago de entrar en la casa, a lo que ella, con los pocos reflejos que le quedaban, respondió empujando la puerta e impidiendole avanzar.
- Quieto, idiota.
- Déjame entrar, Em, quiero saber como estás.
- Que vas a querer tú, si nunca te he importado más que como un puto coño. -No podía creer lo que estaba diciendo, asique con toda la voluntad del mundo se mordió la lengua hasta le dolió y dio media vuelta, pasando por el poco espacio que quedaba hasta tirarse de cualquier manera en el sofá.
- Emma, pero que coño es todo esto, tía? Que has estado haciendo, emborracharte todo el tiempo.
Se río de la ironía, intentando encontrar una postura cómoda en el sofá mientras le miraba riendo.
- De vez en cuando dormía y meaba, si te vale de algo.
Él se acercó a ella, con esa cara de preocupación que le daba arcadas de las buenas, y le agarró las piernas, sentándose y colocándoselas encima de las rodillas. Sin que ella se diese cuenta, sacó los pequeños cristales que tenía en las plantas de los pies, y limpió como pudo cada herida que encontró. Al rato la movió, dejándola con la espalda apoyada contra él, abrazándola aunque ella se resistía con las pocas fuerzas que le quedaban. Le besó la nuca sin soltarla, quedándose en silencio.
- Si no me miraras con asco no haría todo esto. Odio amarte, gilipollas.

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