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jueves

No tengo ganas de eso.

Extraño el viejo tobogán enorme de metal, del que había que tirarse de pie los primeros los metros porque estaba roto y podrías tener una caída de tres metros. Y también extraño los columpios a juego, aquellos en que tantas veces jugué a volar, con el estómago apoyado en el metal y los brazos extendidos. Y el balancín, la rueda gigante... Hoy he caminado hasta volverme loca, sin pensar, tarareando, y acabé en ese parque. Es nuevo, no me gusta, aunque hayan transcurrido diez años desde que el metal desapareció y tres desde que la madera hizo su aparición, la infancia se resumió en verde, y nada es lo mismo. Ahora solo tienes ganas de sentarte en el elevado y pensar en como eran aquellos días, corriendo entre metal, risas que se escuchaban, no daba igual la edad, cualquiera que pusiera su mirada en aquel trocito escondido, el alma de los niños que no crecían se apoderaba de su voluntad, obligándole al menos a un pequeño vuelo.
Tocará disimular.

2 comentarios:

Ira. dijo...

Y es que no hay nada que sepa mejor que la infancia, los días se van volviendo insípidos mientras te haces mayor.
Bonito blog, te sigo!

...nacho! =X! dijo...

que tiempos de antaño...es los que no habia preocupaciones ni problemas :)