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martes

Que ya nada merece la pena.

Las fotos aparecieron rotas en la basura al día siguiente, con la pared llena de trozos de celo aún por sacar y las marcas de lo que allí había existido hasta entonces, al igual que las estanterías vacías de marcos, que se guardaron vacíos en cajas de zapatos que se olvidaron en un viejo desván. Y ella se hallaba en la ventana que daba al tejado del viejo porche de su casa, fumando sin parar y tirando piedrecitas hacia el cielo con rabia. Con el pitillo todavía encendido, pasó por la ventana hacia dentro, en dirección a su habitación, y arrastró la punta del piti por toda la pared, intentando formar palabras. Cuando el cigarro ya no hizo su efecto, agarró su tanda de bolis y comenzó a escribir sin parar, como si nada pudiese detenerla. Y cuando llegó su padre todavía seguía en lo mismo, escribiendo una y otra vez la misma frase. Al intentar pararla, agarrándola por el brazo, se encontró con resistencia, viéndose obligado a retorcerle los brazos en la espalda hasta que por fin se calmó, doblándosele las rodillas y acabando tirada en el suelo, con los brazos de su padre rodeándola mientras susurraba en su oído, para después cogerla en brazos y acostarla en la cama, como cuando era pequeñita, arropándola y secando sus lágrimas con la esquina de las sábanas amarillas, que quedaron algo manchadas de lápiz de ojos.
do

Me dijiste te quiero.                               Tú no sientes nada.
Ahora dices que no merezco la pena.
Ni puta idea tienes de lo que duele.
Ya no doy nada más por nadie.
                          Te quiero odio.                                                   Te olvidaré. 

2 comentarios:

Unknown dijo...

Vale la pena lanzar piedras al cielo con rabia, siempre y cuando un ladrón de esperanzas haya cruzado el mismo cielo. Que lindo texto :)
Felicidades ~

la chica de los lacasitos dijo...

Quiero a mi papá, mucho.
(es un texto muy bonito Fá)
:)
T'adore