¿Alguna vez has intentando entenderla? ¿Meterte en su cabecita supuestamente demente para comprender sus actos?
Ella lo hizo aquella noche de verano en la ribera del río, soñando. Se vió a si misma durmiendo en la arena, con las manos bajo su mejilla y la cara triste, no la típica cara de felicidad que tienen las personas cuando duermen, que parecen querer inmortalizarlas para siempre. No, su cara pedía a gritos ser despertada con brusquedad para apartar esa mueca de tristeza, esas arrugas en la boca fruncida.
Y decidió introducirse en su misma cabeza, intentar descubrirse a si misma. Y lo que allí hayó... ¡La fascinó! Comprendió que no era la niña tonta que todos llegaban a pensar. Que aquellos pensamientos de mediocreidad no eran verdad, que lo único que había necesita era que le abrieran los ojos -aunque estes estuviesen cerrados en pleno sueño-.
Era divertida, fugaz, sinceramente callada, sensible hasta el hueso. Y mil y una cosas más que no va a decir. ¿Por qué? Porque sería cederle demasiada ventaja a las personas que todavía no se han atrevido a conocerla.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario