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jueves

Un trocito de duro rock´nd roll.

El sonido de la música era realmente atroz, pero nadie lo notaba. La discoteca estaba a los topes, y si querías caminar tenías que empujar a diestro y siniestro sin que a nadie le molestase. Emma estaba en medio de la pista, cubata en mano, y caderas moviéndose dentro del apretado vaquero al ritmo de la música. La camiseta se subía cada vez que alzaba los brazos, y el ombligo era totalmente visible, manteniendo hipnotizados a muchos del lugar. Pero justamente Ryan era uno de los pocos que no miraban para ella, y eso le tocaba un poco el ego. Decidida a no perder el ritmo ni la sonrisa en su cara, vació lo que quedaba de su bebida de un trago y se deslizó con dificultad a la barra, dejando el vaso sobre ella y apoyando los brazos en el frío cristal, con la espalda levemente arqueada y la mirada fija al centro de la pista.
- Solo llamarás su atención si le pones en bandeja lo que no podrá tener. Y ahora mismo haces lo contrario, porque sabe que te podrá tener siempre que él quiera.
El chico que hablaba tenía la boca a escasos milímetros de su oreja, haciendo que su pelo le hiciese cosquillas en su cuello.
- ¿Qué te hace pensar que quiero llamar su atención?
- Eres más evidente de lo que piensas, Emma. ¿Bailamos?
Y extendió su mano hacia ella, agarrando su fina muñeca y llevándola al mismo sitio donde ella había estado, pegándola con fuerza a él. Aspiró con lentitud en su cuello, con media sonrisa, para después dejar un casi inexistente beso en la mandíbula. Los cuerpos comenzaron a rozarse con ganas, como si estuvieran solos y la ropa no fuera un impedimento. Las manos volaban, las de él en el trasero de Emma, y las de esta rozando la espalda de él por debajo de la camiseta, mientras los labios se cruzaban en una batalla por obtener el control sobre el otro. La erección de él comenzó a hacerse más evidente, clavándose en las caderas de ella, provocando una sonrisa gatuna en sus labios mientras su mano se deslizaba por su vientre, bajo la camiseta. Sin más dilación, él la condujo al baño, sin apartar la boca de su boca o de su cuello y las manos fijas en su trasero, abriendo la puerta con un golpe seco, empujándose los dos cuerpos contra la pared. Emma, más rápida, dejó que la espalda de él fuese la que se apoyase en la pared, elevando la camiseta hasta quitársela, bajando los labios para poder lamer su cuello en dirección a su barbilla. Sus manos seguían haciendo travesuras sobre su vientre y el hinchado bulto del pantalón, sin estarse quieta.
- Tú también eres muy evidente. E inocente. Más de lo que yo pensaba.
Agarró la camiseta de él y se escabulló rápidamente del baño, echándose hacia la multitud, dejándole desnudo de cintura para arriba, y con un caliente asunto entre manos que tendría que resolver en solitario si pretendía salir de ese baño con algo de dignidad y ego.

3 comentarios:

poetadebotella dijo...

mmm...historias de baño de discoteca, historias de calentones...
un tema con el que se puede "jugar" mucho, no crees?jajajaj
muah

la chica de los lacasitos dijo...

tórrido.
los polvos en sitios ''prohibidos'' son los mejores, digan lo que digan.
bonita y preciosa, tú.

Iosune De Goñi dijo...

ésto sí es erotismo.
absolutamente devastador, me encanta.
y sí, los polvos en lugares prohibidos son los mejores, sin previo aviso y sin dilación, determinados por el guión improvisado.