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lunes

Unisentimientos a la carta.

Falda negra al vuelo, dejando las pantorillas al viento y las medias por las rodillas, la manera más fácil de atrapar el frío. Los columpios se mueven igual, alante atrás, aunque ella hace mucho que no les da uso, ahora le va más el balanceo de caderas, está más acostumbrada. Los labios jugosos rojos casi borrados, también algo hinchados, el pelo negro y largo, cayendo sobre la cara como una maraña sin control. Apoyada contra aquel árbol no parece ser nada, tan pequeña se ve comparada con sus altas ramas, y sus tacones de aguja que solo la hacen aparentar ser una niña mayor. Y la llaman unisentimental, porque no es capaz de sentir más allá del deseo, solo desea, y desea que llueva y que haga calor, desea que nieve mientras se baña en la piscina del pueblo, desea que los cuerpos solo se acerquen a ella. Nunca quiere, nunca odia. Y desea sentir más, dejar de desear. 
Y lo peor es desear a quien solo odia, que así no hay manera de tener una historia de amor convencional. Qué jodido es ser unisentimental.

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