#

domingo

típico amor de ni contigo ni sin ti;

Apoyó la espalda en la pared y rodeó sus rodillas con los brazos, notando el frío del suelo contra su piel casi desnuda. Lo que le faltaba ahora era el agua de la lluvia vagando por su piel, pero al mirar hacia arriba no se veía nada más que un sol radiante, un cielo azul que dolía en los ojos, y un par de nubes haciéndose la competencia por cuál era más grande. Casi sin pensarlo se levantó y corrió. La expresión pies en polvorosa era lo más acertado si alguien la veía por el campo, con una única prenda de ropa algo deshilachada, los pies descalzos, la trenza despeinada y el polvo del camino rodeando sus piernas como hiedras en un tronco. No se paró al llegar al lago, sino que se tiró de golpe, dejando resonar el agua contra sus oídos y provocando una estampida generalizada de los gorriones que habitaban los pocos árboles que crecían en el borde, al igual que una liebre que se escapó por el camino por el que ella había venido, dejándose tapar por el polvo levantado. Casi con desesperación empezó a frotar todo el cuerpo, salpicando todo a su alrededor, y llenando sus pulmones de agua con tanto frenesí, hasta que su cuerpo se fue hundiendo sin remedio entre las olas que ella misma había formado.

Otro gran golpe resonó contra el agua, asustando a los pocos gorriones que quedaban en los árboles; las ropas flotaban en el agua impidiendo que los dos cuerpos estuviesen quietos uno contra otro. Lucha encarnizada de carne y agua, con algunos roces de labios y muchos gritos en segundos. Al final los dos cuerpos acabaron en la orilla, tirados sobre la hierba y la tierra, mano sobre mano y las ropas estiradas y manchadas a más no poder. Penélope se levantó en cuestión de milésimas, rompiendo cualquier contacto entre sus pieles, echando a andar por donde había llegado corriendo, dejando en el suelo gotitas de agua como migas de pan en los cuentos. Enfadada, dio media vuelta, se plantó frente a su cara y atrapó sus labios en un beso húmedo y furioso, mordiendo el labio inferior hasta hacer sangre y llorando a la vez, con las manos en sus mejillas y la fuerza reflejada, dejando que el beso no durase más de unos segundos; los suficientes. Y volvió a poner sus pies en el camino, moviendo ritmicamente sus muslos mientras el agua resbalaba por ellos.

-
Estoy harta de tus tonterías, Helena, se acabó, ¡joder, esto no es normal!

Con un manotazo apartó una simple hierba alta que había en el camino, sin detenerse ni un momento, frotándose los labios con la otra mano frenéticamente, volviendo a correr por el sendero y con el polvo otra vez rodeando sus piernas, con la diferencia de que esta vez quedaban pegados en ellas.

- Yo no estoy harta de quererte. 

Gritó Helena, dejándose la voz y el aire de los pulmones mientras la veía marcharse, sentada en el suelo con su vestido empapado.

No hay comentarios: