' Deseo no haberte conocido, que aquella tarde no hubiésemos tropezado en el medio de tanta gente y tus jodidos sentidos no hubiesen delatado tan abiertamente que serías capaz de todo por mi. Aquella tarde fue mi perdición, y espero que la tuya también. Isaac, ¿sabes qué fue lo único que llegó a gustarme de ti? Que
estabas colgado hasta las articulaciones por mí. Nada más. Por duro que pueda
parecer. Llegué a odiar totalmente esa manía de depender totalmente de lo que
yo hacía o decía, de que intentaras que yo fuese como no era y de tus dotes de
niño chico que no sabía lo que quería. Pero ahí estabas, queriéndome, y como
dicen por ahí, me dejé querer, avasallar y aprendí a disimular todo lo que no
me gustaba de ti. Porque, si ya no estabas tú, ¿quién iba a quererme? A mí, que
me sobran defectos y no se me encuentran virtudes, que voy de dura y en
realidad soy peor, más fría y dura que el diamante y que de cada tres palabras
que digo, cuatro y media son mentiras. Y tú insistías en que yo era lo más similar a la perfección y mis oídos se regaban de tus palabras. Supongo que a cualquier mujer le gusta que le suban el ego, y más si era así, tirado a mis pies deseoso de mi. Pero no todo dura para siempre y me cansé. Y ahora no estás, y realmente, aunque jamás había querido admitirlo y he vivido estos años sonriendo a los cuatro vientos y pretendiendo olvidarte, tengo miedo a que
nadie más me quiera, a que nadie intente encontrar nada bueno en mí aunque no lo haya y todo sea piedra sin más.
Solo te quise porque me querías, porque dependías de mí. Y ahora yo, como una
subnormal, echo de menos como dependía de ti para no estar jodidamente sola y
sentir que el frío me taladra hasta las articulaciones mientras nadie me sostiene. '
martes
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