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sábado

A veces te quiero demasiado...

Allí, tirado sobre su cama, constituía la mejor vista que jamás había visto, o eso quería creer. Tenía el brazo bajo la almohada, y su respiración movía suavemente el pelo largito que caía graciosamente hasta su nariz. Se sentó en el borde de la cama, con las piernas como un indio, mirándole sonriendo, mientras su mano sostenía la taza de colacao casi frío y unas galletas sumerjidas bajo él, mezclándose con los grumos del cacao.
- Chiquito... -Susurró, provocando que él se moviese, dándose la vuelta y dejándole a la vista su pecho desnudo, salpicado con algo de vello oscuro en el que le encantaba jugetear en las noches más frías del invierno, y también en las calurosas.
- Mmm...? -Refunfuñó el, más un gruñido que una palabra, con los ojos cerrados y cara de dormitón.
Ella bebió un sorbo, y a continuación se inclinó sobre él, dándote un beso en los labios, manchándoselos de chocolate que el se encargó de limpiar con la punta de la lengua, frunciendo su boca en una ligera sonrisa.
- Yo no debería de quererte tanto, porque se me olvida como debo querer a los demás.
Y se acabó el colacao de un sorbo, tragándose también los cachitos de galleta que quedaban en la taza, levantándose con cuidado de la cama, dejando allí su corazón por algunos momentos, y dejándole a él con ganas de comersela a besos.

1 comentario:

la chica de los lacasitos dijo...

el colacao no puede dejar otra cosa que ganas de comerse a alguien a besos, sin duda :)

qué bonito Ast.
Cada día me gusta(s) más